lunedì 13 agosto 2012

Hanno scritto su padre Romano 1




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Monjes, una vida de oración


PADRE ROMANO BOTTEGAL

Romano Donato Bottegal nació en 1921 en San Donato de Lamon (Belluno - Italia), en una familia muy pobre; era el segundo de seis hijos. Durante toda su vida Romano animó a los suyos a soportar con paz y abandono en la Providencia su penosa situación económica.
Después de la escuela primaria, el pequeño Romano entró en el seminario menor de Feltre, y después en el seminario mayor de Belluno, donde tuvo como vice-rector al P. Albino Luciani (futuro Papa Juan Pablo I), que le amaba mucho y que dejó de él un testimonio muy significativo. 
Cuando tenía 18 años, Romano hizo voto perpetuo de castidad. 
Durante los años de estudios teológicos, maduró en él una solida vocación monástica, pero sus superiores y directores espirituales le aconsejaron esperar a la ordenación sacerdotal, que recibió el 29 de junio de 1946.
Inmediatamente después de su ordenación, dejó su diócesis y entró en la Abadía de Tre Fontane, en Roma. 
Hizo su profesión solemne en 1951 y cursó estudios en la Universidad Gregoriana donde, en 1953, obtuvo su licencia en teología. 
 Fue Maestro de hermanos conversos, chantre, luego Maestro de Novicios y Prior.
En 1961, respondió a la invitación del Abad de Latroun, que buscaba voluntarios para realizar en el Líbano una fundación trapense de rito maronita, y obtuvo de sus superiores el poder participar en ese intento, que se preparaba en Latroun. 
En ese monasterio el P. Romano emprendió el estudio del árabe, del siríaco y de la liturgia oriental. 
Dado que el proyecto libanes había sido abandonado al no recibir la aprobación del Capítulo General de la Orden, en el mes de diciembre de 1963 el P. Romano dejó el Oriente Medio y regresó a Tre Fontane, donde el abad, que conocía la seriedad de su compromiso monástico, su virtud y su vida interior, le permitió llevar una vida solitaria en la propiedad del monasterio.
Poco después fue nombrado un nuevo superior en Tre Fontane, que pensó que debía negar al P. Romano la posibilidad de continuar su experiencia de soledad cerca de la comunidad. 
Y él, que había llegado ya a la certeza de una llamada del Señor a una vida más austera y solitaria, pidió en ese momento un indulto de exclaustración, que le fue concedido "bajo la responsabilidad (ad nutum) de la Santa Sede para vivir como ermitaño". 
Después de un período de búsqueda, partió para el Líbano y se puso bajo la autoridad del obispo melquita de Baalbeeck, viviendo como solitario en Jabbouleh, en una ermita situada en un terreno propiedad del obispado. 
Fue en Jabbouleh donde él vivió sus últimos años, llevando una vida muy austera, con un régimen alimenticio apenas suficiente, sin tener nunca calefacción, sin muebles ni confort.
El mantuvo siempre relación fraternal con algunos hermanos y antiguos superiores de Tre Fontane, preocupado siempre del bien de la comunidad de una manera clara y serena, que era expresión de su alma limpia y tranquila, sensible y llena de amor. 
La penitencia no le endureció. Iba hasta el fin de todo lo que hacía, pero sin perder su buen sentido práctico y sin crispación. 
Por el contrario, siempre estaba alegre, sonriente, amable, lleno de humor e incluso de ternura. 
Todos los testimonios hablan de su gozo y de la irradiación de la presencia de Dios en su rostro, frutos también de ciertas experiencias místicas, de las que él guardó un celoso secreto, pero que se traslucen claramente en sus "Notas íntimas".
El P. Romano vivió entre los musulmanes amándoles mucho, orando y perdonando. 
Arrestado durante la noche por soldados sirios que habían allanado y saqueado su ermita, fue liberado en seguida por el comandante musulmán que, por su parte, se encomendaba a sus oraciones. 
P. Romano decía que el mejor apostolado entre los musulmanes era una vida pobre, de oración y de trabajo y que su misión entre ellos era la de vivir solo pero próximo a ellos, más pobre que ellos, ayudándoles y amándoles. 
Los paisanos de la vecindad se preguntaban cómo el P. Romano podía llevar tal género de vida y decían que gracias a su presencia Dios les bendecía.
Enfermo de tuberculosis, agotado por sus privaciones, el P. Romano se extinguía el 19 de febrero de 1978, a los 56 años de edad, en el Hospital General de Beyrouth, después de 32 años de vida monástica, 14 de los cuales fueron vividos en la soledad. 
Al lado de su ermita se levanta ahora un convento que continuará la obra de oración y contemplación comenzada por el P. Romano.
Los Capítulos Generales de 1999 aprobaron el inicio de su proceso de beatificación. 
En octubre de 2000, la Congregación para la Doctrina de la Fe dio permiso, su nihil obstat, para continuar con el mismo.





 



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